Todos estaban deseando que llegase el viernes. Ese día sacaríamos a los pequeñines de su madriguera. Aún estaban muy pequeños para cogerlos, pero decidimos hacer un corralito de manos para que no se cayeran de la mesa.
Tocaremos solamente su nariz. Les dejaremos que olisqueen la mesa y nuestras manos.
Rabita les acerca heno a la madriguera. Comienzan a saborear alimentos distintos a la leche materna.
Son atrevidos, no tienen miedo. Curiosean y huelen, es su manera de aprender. Quieren salir del corralito de manos.
Se acaba el tiempo de recreo. Tienen que ir de nuevo a su madriguera. Rabita les espera mientras se alimenta para seguir amamantando a sus gazapos.
¿Conocéis el siguiente poema? Se llama "MI CONEJITO BLANCO". Es de la colección de poemas infantiles de ELSA LIDIA CESCA.
Yo tenía un conejito
que sus orejas movía,
su color era muy blanco
y pelo suave tenía.
Con sus ojazos azules
miraba desde su jaula,
a su eterna compañera
a su conejita Paula.
Cuando yo lo acariciaba
él movía su bigote,
y me invitaba a correr
dando sus pasos grandotes.
Comía su zanahoria,
su comida preferida
y compartía con Paula
todo lo que él tenía.
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